Beata Inés de Benigánim
«Con ganas o sin ganas, por amor a Dios» Bta Inés
La Beata Josefa María de Santa Inés, nació en Benigánim en 1625. Tuvo que vivir en casa de su tío al que quería mucho, pero que por su carácter la ejercitó mucho en las virtudes de la humildad. Desde su juventud destacó por una personalidad poco común. Dotada de una inusual sencillez y humildad, ingresó en el convento de las Agustinas Descalzas de su pueblo en 1643, profesando en 1645 como hermana conversa, lega o de velo blanco. Así llamaban a las religiosas que, por no saber leer el oficio en latín, eran dispensadas de este. A cambio, deberían rezar una suma de Páter Noster y encargarse de las tareas comunes de los monasterios. No pocas almas como nuestra Beata se santificaron en este sencillo lugar, desempeñando los trabajos más arduos de la comunidad con gran alegría. Amaba su convento y la Vida Religiosa.
Solía decir la Beata:
«gracias que me dejan lavar, barrer y hacer algunas cosas en la casa de Dios pues ni esto merezco» Bta Inés
Solía decir: “gracias que me dejan lavar, barrer y hacer algunas cosas en la casa de Dios pues ni esto merezco”. En compensación a su extrema pequeñez, poseía un espíritu eminente de contemplación. Pasó su vida en oración constante. Todas las gracias místicas se reunieron en ella. La naturalidad y sencillez con que las recibía fueron tan del agrado de Nuestro Señor Jesucristo, que constantemente se le aparecía por los claustros acompañándola en sus quehaceres.
«La naturalidad y sencillez con que las recibía fueron tan del agrado de Nuestro Señor Jesucristo, que constantemente se le aparecía por los claustros acompañándola en sus quehaceres».
Una vida feliz:
«Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos». Mat. 5
Fue regalada por Dios con muchísimos dones místicos, entre los que destacan los de: consejo, visiones, sueños, éxtasis, bilocación, entre otros. Se comunicaba frecuentemente con Jesús niño, que viendo su alma de niña venía a jugar con ella.
Las noticias de sus virtudes y el agradecimiento de su intercesión, fueron motivo de que su nombre fuera conocido entre los valencianos y en otros lugares, llegando incluso a la corte de Madrid. Si bien nada sabía sor Josefa de las cosas de los hombres, estaba dotada de un conocimiento de profunda humanidad.
Tiempos difíciles
« La iglesia de las Agustinas Descalzas guardaba el tesoro más preciado del pueblo: el cuerpo de la Beata Inés»
En el verano de 1936, el culto católico fue suspendido en Benigánim. Solamente se mantuvo en la clandestinidad. Durante las primeras semanas de conflicto fueron incendiadas y saqueadas las iglesias de la Villa, perdiéndose siglos de arte y de historia. La iglesia de las Agustinas Descalzas guardaba el tesoro más preciado del pueblo: el cuerpo de la Beata Inés. Hasta nuestros días y a medias tintas, hay historias que dibujan entre grandes oscuridades y sombras el capítulo más negro de nuestra historia local. Tres golpes fueron necesarios para romper el cristal que resguardaba el cadáver y poco tiempo tardaron en comprobar que se trataba de un cuerpo humano, pues creían que era una estafa. Esto fue lo último que se sabe de los restos mortales de la Madre Inés. El sagrado cuerpo desapareció.
En lo sucesivo, la masacre continuó con el monasterio sin respetar nada. Hasta los cuerpos de las religiosas fallecidas fueron esparcidos por el huerto y profanados. En el interior de la nave, un gran incendio devoró sus bienes muebles. Terminada la Guerra Civil, la restauración del conjunto monástico fue una prioridad y así se acometió para restablecer la observancia de las monjas y la devoción a la Beata.
«La Sierva de Dios tenía dicho a muchos que en hallándose en algún aprieto de enfermedad o muerte, la llamasen. La llamaban de lugares muy distantes y al punto acudía».
De la vida de la Beata Inés.
Su causa hoy…
La Providencia se sirvió de la devoción a la Beata para dotar de nuevo esplendor a la comunidad. Lo más notable: la obra de doña Antonia Martínez, que además de regalar la imagen procesional de la Beata es la donante de la talla de la Purísima y del templete que la resguarda, entre otras muchas generosas acciones.
El equilibrio interior de la religiosa explica que sin saber leer fuera elevada a hermana de coro en 1663. Falleció con toda santidad el día de su patrona, el 21 de enero de 1696. La devoción de los fieles se ha venido volcando en aquella humilde religiosa que con justicia tiene ganada fama de muy milagrosa. El 26 de febrero de 1888 León XIII reconoció su santidad al beatificarla. Desde entonces la devoción a la Beata Inés, evidencian el fervor popular que se le profesa, manifiesto, en su festividad anual del 21 de enero que tiene como núcleo primordial el convento.