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Cuando hablamos o escribimos sobre la Beata Josefa de santa Inés recurrimos a grandes momentos que tuvieron lugar en su vida, nobles rasgos que la adornaron o situaciones extraordinarias por ella vividas para ensalzar su figura. Del mismo modo sucede cuando queremos reseñar las personas con las que tratara y hacemos memoria de los nombres y méritos de los más distinguidos personajes que la conocieron o se relacionaron con ella; recordamos a eclesiásticos, miembros de la realeza o de ilustres que veneraron su memoria como aristócratas o afamados artistas, obviando aquellos pobrecitos a los que más estimaba y más presteza se daba en atender.

Esto lo hacemos porque pretendemos impresionar, pero impresionar según los criterios humanos por ello dejamos de lado las que podríamos definir como las más ilustres personalidades con quienes se relacionó la beata Inés, que tratándose de una santa de tan profundísimo espíritu de FE, no podrían ser otros que los santos del cielo. Desarrollar este apartado de la biografía inesina nos resultaría extensísimo por lo que nos limitaremos a reseñar a aquellos bienaventurados que de alguna manera guardan relación por varios motivos con la Beata Inés y consideremos de mayor trascendencia en su historia. Para un mejor estudio diferenciaremos tres grupos de santos. En primer lugar santos que la precedieron en el camino de la vida pero que influirán en su trayectoria espiritual, seguiremos con las almas santas con las que trató, mayormente en espíritu, durante su vida y para finalizar hablaremos de aquellos que le fueron devotos tras su muerte y para los que fue ella influjo en su vivencia cristiana. En el primer grupo hemos de destacar los santos padres y fundadores de las Agustinas Descalzas, que fue la orden religiosa cuyo hábito vistió la Beata, quien viviera los dictados que un día concibieran estos canonizados.

Estos son San Agustín, Santa Teresa de Jesús y San Juan de Ribera. En cuanto a los dos primeros, como padres de la orden, su devoción hacia ellos fue grande e intensa, después de la devoción a los misterios de la salvación y los referentes a la Virgen María, así como los apóstoles y los santos Joaquín y Ana. La Beata vivía con intensidad religiosa las vigilias previas a sus respectivas solemnidades, durante las cuales era agraciada su alma con sobrenaturales favores, además de tener trato constante y familiar con ellos.

 

De este modo en la fiesta de Santa Teresa reunidas en la alegre recreación, como la propia Madre Teresa dispuso en sus constituciones, pudo verla la Beata bendiciendo a las religiosas. Con Santa Teresa compartió la devoción a San José, otorgando éste a ambas grandes favores y beneficios como también lo hiciera con sor Leocadia de los Ángeles. En lo concerniente a San Juan de Ribera la Beata no pudo celebrar su fiesta puesto que aún en aquel tiempo no había sido beatificado 2 , pero no podía faltar en este estudio teniendo en cuenta que sor Josefa es la primera santa de la congregación que el Patriarca fundó, fue la expresión del ideal de religiosa que pretendió para las comunidades de su diócesis, participó de la espiritualidad popular que introdujera en Valencia y en definitiva es una hija suya, no ya como religiosa sino como resultado del influjo espiritual que llevó a cabo en la archidiócesis. La Beata es la gran Santa valenciana, y en parte se debe al contexto religioso y social que enmarcó su vida y que se debió a la labor pastoral de San Juan de Ribera. Nos faltaría en este punto hacer memoria de la mártir romana Santa Inés. La admiración a la pureza e inocencia hacia la ínclita virgen romana fue causa de que nuestra Beata tomara su nombre como propio, así como el hecho de que se convirtiera en su singular patrona, disponiendo la providencia que el día en que se abrieran las puertas del cielo para la Beata fuera el 21 de enero, fiesta de Santa Inés de Roma, la cual junto a otros santos tomó parte ese día del último éxtasis de la Beata. Memorable fecha muy señalada en el calendario personal de la Madre Inés para cuya celebración se preparaba espiritualmente y cuyo día, en ocasiones, pasaba extasiada repitiendo “Inés, Inés toda del cordero es”.

Seguidamente pasaremos a exponer los nombres de algunas de las almas santas con quienes trató durante el transcurso de su vida la Madre Inés.

En la misma villa de Benigànim fue coetáneo de la Beata un venerable religioso franciscano alcantarino habitador del convento de franciscanos llamado fray Juan Vidal. Suponemos que hablaría en numerosas ocasiones con las religiosas y en especial con sor Josefa. Ella misma por singular favor divino vio al hermano Vidal subir al cielo el día de su muerte en 1692, como así lo testificó sor Josefa al guardián del convento 3 . En otro punto de la biografía de la Beata se hace mérito de los ejercicios que en los viernes se llevaban a cabo en la iglesia del Salvador de la ciudad de Valencia. A dichos ejercicios, cuya institución alentó la propia venerable Madre, acudía muchas veces en espíritu la Beata y en los grabados de dicho santísimo cristo, en los que junto al crucificado se representa a los santos Vicente Ferrer, santo Tomás de Villanueva y la Beata Inés aparece otro religioso el padre doctor Domingo Sarrió, de cuyas virtudes y saberes se tenían gran estima en la ciudad de Valencia. También con él tuvo trato espiritual la Beata. Del mismo modo las páginas de la vida de la Beata Inés nos dicen que su espíritu se comunicaba con el de otras religiosas de clausura como la venerable Gertrudis de Anglesola, la Madre Luisa Zaragoza o la famosa mística y escritora de Ágreda la venerable María de Jesús. Ambas se visitaban con frecuencia acudiendo la una al convento de Benigànim o la otra al de Ágreda. De este modo lo refirió la Madre Inés a su confesor y lo experimentaron las religiosas sus hermanas cuando en más de una ocasión estando en compañía de sor Josefa vieron como se alegraba su rostro como de sorpresa y hacia reverencias como si estuviera recibiendo a alguien y al preguntarle respondía con su natural sencillez que era la Madre María de Jesús de Ágreda que venía a visitarla.

Nos queda el grupo de los santos que le fueron devotos tras su muerte. Reservamos el primer lugar de este apartado para dos hermanas mártires de la Beata. En primer lugar la Beata Sor Josefa de la Purificación. La mártir de Algemesí que profesó y vivió en el convento de Benigànim. A diferencia de sus hermanas, que profesaron como Clarisas en Agullent, eligió la regla de San Agustín según parece motivada por su devoción a la Beata en cuyo convento viviría durante su vida religiosa. En 2001 se convertiría en la segunda religiosa de la orden elevada a los altares. La otra hermana religiosa es la mártir sor Agustina de San Vicente que antes de profesar en el convento de Ulldecona eligió las Agustinas Descalzas por la grande devoción que profesaba a la Beata Inés de Benigànim. Ya nos es conocido pero no podemos olvidar que para San Ezequiel Moreno la Beata era su Santa de cabecera, a la que se encomendaba constantemente, la requería en sus aflicciones, por lo que bajo su patronazgo y protección restauró la orden Agustina en la provincia de la Candelaria en Colombia. Además alentó su devoción, pregonando una novena en su honor, celebrando su fiesta y no cesando de presentarla como modelo de religiosa a los conventos de clausura de su orden. El cardenal que en 1896 visitó la Villa de Benigànim para presidir las fiestas en honor de la Beata ensalzando sus virtudes en panegírico el principal de los días de la fiesta y ofició la ceremonia de colocación de su cuerpo en el sepulcro y bendición del Ara de su altar, el reverendísimo Ciríaco María Sancha también se encuentra en el catálogo de los bienaventurados al ser beatificado el 18 de octubre de 2009. Para finalizar este apartado volvemos a tierras valencianas, concretamente a la Villa de Algemesí para traer el nombre y venerar la memoria de la Beata Josefa Naval Girbés, llamada cariñosamente la Señora Pepa. Leyendo la biografía de Josefa Naval podemos comprobar con gozo lo que fácilmente se puede suponer, que la Beata de Algemesí, como buena valenciana, tenía una especial e íntima devoción a la Beata de Benigànim a cuyo convento organizaba visitas junto a sus discípulas. Nos dice su biógrafo que la señora Pepa profesaba a la Beata Inés “amor de amistad” 4 pues la confianza que sor Josefa le inspiraba explica una vida en compañía de la religiosa beniganense, cuya vida sencilla e inocente ofrecía como modelo a sus discípulas.

He aquí un breve recorrido entre las almas santas que tuvieron trato espiritual con la Beata Inés antes, durante o después de su venerable vida. He aquí otro de los muchos testimonios que expresan la elevada santidad de la Madre Josefa de Santa Inés. Además con ello podemos conocer mejor el profundísimo espíritu de FE que poseyó y que motivó el trato con los bienaventurados que eligieron, como ella, el camino de Cristo en sus vidas.

JAVIER HERRERO LLARIO

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