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Aunque los teléfonos, la tecnología y las Redes Sociales nos permiten conocer lo que pasa en cualquier parte, hablar y ver imágenes de aquellos a quienes queremos y de los lugares en donde fuimos felices, no es lo mismo, por mucho que nos empeñemos en querer creerlo, que estar presentes, que volver a casa. Que palpar las cosas que envuelven esos sitios y esas personas. Es casi como retornar a la infancia, como reencontrarnos con el niño que un día fuimos.

En Benigànim el día de la Beata de este año pasó algo similar. Tras la interrupción por la pandemia, una celebración a medio gas por las restricciones vigentes el año pasado, por fin, pudo volverse a vivir un día de la Beata como los de costumbre. Por fin pudimos volver a casa. Y fue un regreso de esos cargado de abrazos con olores, sabores y sonrisas que renuevan todo.

La fiesta de este año fue original precisamente por ser un retorno a lo más tradicional.

La novena de este año fue muy concurrida. Destacaban los altares del templo bellamente decorados con flores en tonos rosáceos y cremas. Sobre el altar de la Beata un centro de flores corrido hacía de peana al sepulcro de la Beata dando la ilusión óptica de que, la artística urna que contiene la imagen yacente de la Beata, flotaba sobre el exorno floral. En los días previos a la fiesta, tras la Comunión, la alcaldesa de Benigànim, Amparo Canals, le hizo entrega a la madre priora de la Comunidad de la vara de alcaldesa para que la imagen de la Beata la llevase en la procesión y la filia del difunto Paco Salvador, alcalde que nombró a la Beata Inés, alcaldesa honoraria y perpetua de la Villa, donó su medalla personal para que la Beata la luciese también en la procesión.

El último día del novenario fue muy solemne, y lleno de emoción. Todo el mundo aún lo recuerda como de los momentos más entrañables de la fiesta de este año. Fueron impuestos los escapularios e insignias a la Comisión de fiestas, y al término se interpreto el Ave María en un solo de flauta con acompañamiento de piano. Tras la Comunión fueron homenajeados José Manuel Llario Carbonell por cuidar el naranjo de la Beata Inés y Rafael Gallego Pastor por sus cincuenta años como sacristán de la Parroquia de San Miguel. Pero las palabras más sentidas fueron para la difunta sor Carmen de la Cruz que habría cumplido cincuenta años de religiosa en Benigànim y cuyo entierro tuvo que celebrarse a puerta cerrada por estar entonces Benigànim confinado. Después se cantaron los gozos a la Beata con procesión de cruz, ciriales e incienso hasta su altar, y luego se vivieron veinticuatro frenéticas horas sin descanso alguno.

Aún en la noche del viernes 20 de enero se oía música y pólvora. Se prendió la hoguera, hubo pasacalles y todo pareció ponerse en calma pero muy de madrugada, pasadas las cuatro ya se escuchaban las coplas de la Despertà de l’Aurora recorriendo las calles de Benigànim cantando ante los templos y altares cerámicos que jalonan el callejero de la villa. Cuando recién terminaba esta despertà ya se escuchaban las campanas que llamaban a la primera Misa y el pasodoble y los cohetes de la despertà de “Tronaors”. A las ocho salieron los festeros acompañados de la música en pasacalle a recoger a las festeras y daba comienzo la Misa segunda, la de las ocho de la mañana. Mientras en el templo se celebraba el sacramento de la Eucaristía amanecía sobre Benigànim. Había sido una semana muy desapacible. Amenazaba lluvia y todos los días éramos azotados por fuertes rachas de viento. Pero la mañana del 21 de enero amaneció plácida y soleada. Radiante.

Las calles acabaron de engalanarse y se veían autobuses llegar con peregrinos de diversas comarcas. La llegada de la Comisión de fiestas a la plaza de la Beata fue todo un acontecimiento. El anchuroso espacio estaba abarrotado de gente que en sillas o de pie seguía la ceremonia. Consagró el Santísimo Sacramento y cantó las glorias de la Beata el arzobispo de Valencia don Enrique Benavent y cantó la Coral Sinenómine. Se repartieron Misales para seguir la ceremonia que fue espléndida, emotiva e íntima a pesar de la concurrencia y la solemnidad del acto. Al término fueron leídas unas palabras de agradecimiento por la Comisión y el gracias al club de colombicultura de Benigànim tuvo lugar un vuelo de palomas simbolizando la subida al cielo de la Beata un sábado 21 de enero de 1696.

Por la tarde sobre las cinco la plaza volvía a estar abarrotada de peregrinos esperando para formar las hileras de la esperada procesión. La imagen de la Beata Inés, con sus atributos de alcaldesa, y con sus andas decoradas en un elegante centro de lisiantus blancos salió a las puertas del templo mientras ya marchaba la procesión como un verdadero río humano. Más tarde la Beata se situaba ya para realizar su recorrido al inicio de la calle Iglesia, decorada este año con una alfombra roja y banderolas con la Beata colgando de las farolas, mientras recibía una lluvia de pétalos.

La procesión de este año recorrió unos 1,6 kilómetros de calles, casi todas ellas engalanadas en rosas, azul, fucsia y blanco o rojos. Ganó el premio la calle de Cervantes. También se representaron los tradicionales “Milacres”. Fueron un total de ocho escenas; el peregrino, la Beata con el Redonet, las andas procesionales, el gallinero, el obrador, la profesión religiosa de la Beata, la exposición del cuerpo de la Beata y a la Madre Inés adorando al Santísimo Sacramento del Altar. Más de dos horas y media vino a durar este acto que remata la jornada. Al terminar la imagen de la Beata entró al templo acompañada de campanas y fuegos artificiales. Más tarde se sortearon a los festeros del año próximo y un castillo de fuegos artificiales fue el cierre de este regreso que los beniganenses hicimos a nuestra casa.