EL legado cultural y artístico en torno a la Beata Inés es un pozo sin fondo que nos sigue sorprendiendo. El verano de 2022 se supo de la existencia de un nuevo retrato de la Beata. Un cuadro que recientemente ha sido de todos conocido por ser usado como portada del libro de fiestas de la Beata Inés de 2024. Se trata de un cuadro del artista sevillano José María Romero (1816-1894). Aunque la obra no estaba desaparecida ahora se ha puesto en valor y varios medios se han hecho eco de ella. El motivo es que la pieza forma parte de una exposición titulada Romero. De casa, a hogar que han promovido los Agustinos Recoletos del convento de Marcilla (Navarra) en torno a la figura de este artista.
El cuadro de la Beata es uno de los dieciocho óleos expuestos, y que habitualmente se dispone en una escalera del citado edificio de los padres agustinos, para donde fue encargado originalmente. Su autor, José María Romero es un pintor sevillano que, según recientes investigaciones, puede reputarse como uno de los principales retratistas andaluces del siglo XIX, pues su pincel inmortalizó a las principales familias sevillanas de su tiempo. En lo concerniente a su obra religiosa se le considera seguidor de Murillo, tanto en el estilo como en los modelos.
El óleo de la Beata Inés forma parte de un programa pictórico de ocho santos agustinos que decoran las paredes de la escalera imperial del convento de Marcilla, fechado entre 1890 y 1894. Según el artículo de Ricardo Fernández Gracia, publicado en el Diario de Navarra en junio de 2022, la Beata está presente en este conjunto como ideal de religiosa humilde y trabajadora. Se la representa de cuerpo entero, con su hábito de agustina descalza, el rostro aureolado y lleno de luz. En su mano porta un pequeño libro abierto y apoya la otra mano sobre una mesilla con libros sobre los que señala con su dedo la estampa del Ecce-Homo o Redonet, atributo indispensable de la iconografía inesina.
Como en el resto de piezas del conjunto hay un predominio del color sobre el dibujo. La atmósfera de la obra es dulce y de rasgos delicados. Representa a una Beata dulce, contenida y serena. El autor hace aquí uso de un lenguaje artístico que enfatiza las virtudes de la inocencia y sencillez de la Beata que se equilibraron con su sabiduría de Dios, prudencia y don de consejo.