Skip to main content

El mes de enero en Benigànim tiene una fuerza especial. Difícil de explicar pero imposible de negar. En este enero de 2020 una vieja fotografía inanimada cobró vida. La escala de grises se tornó en multitud de colores. Los personajes no eran los mismos, pero los rasgos de muchos rostros eran idénticos. La larga y estrecha calle tenía de repente otras fachadas; otros adornos unían las casas pero habiendo cambiado todo, uno sentía que todo permanecía fiel a la vieja fotografía; solo que cobrando nueva vida. El prodigio volvió a ser realidad otro año. En esta ocasión el misterio se ha consumado con mayor profundidad.

Sin embargo la de este año ha sido una fiesta no falta de dificultades. Para un beniganense es difícil de asumir, el día 21 es el día de la Beata. Aquel día nació a la gloria, pero desde entonces no ha dejado de estar en ella. Buen motivo es para que cualquier día celebremos su triunfo recordando que se halla en la divina presencia. Así que como todos los días está en el cielo, todos los días son buenos para celebrarla. Invierno o verano, frío o calor, lluvia o sol.

El sábado dieciocho por la mañana se hizo público lo que ya en las calles era un hecho consumado. La fiesta de la Beata saldría a la calle el domingo 26. Las previsiones no fallaron y a la salida del último día del novenario el cielo descargaba con fuerza la lluvia. Una lluvia que no cesó en toda la noche y mañana del día de la Beata que amaneció sumido en una inquietante oscuridad de color amarillento alumbrando las calles la luz de las farolas a las nueve de la mañana. Esta lluvia torrencial, acompañada de fuertes relámpagos y truenos que hicieron perder la luz, hasta al empezar la Misa de las siete, fue la responsable de la poca participación en las misas de la mañana. La de las ocho llegó a tener gente de pie, pero no era la estampa de fieles apiñados que aún en el año menos participado pueden verse. A las once y media en el interior del templo se celebró la Solemne Eucaristía que presidió el predicador del novenario y nuevo párroco de Benigànim don Antonio Martínez. Durante la tarde unas vísperas solemnes presididas por el Redonet dieron por terminada la jornada del 21 de enero. Era de esperar no ver rostros foráneos en un martes tan lluvioso. Sin embargo alguno se llegó a ver; entre ellos destacaba el de una anciana muy devota oriunda de Salem y afincada en Barcelona, que no quiso venir para la fiesta del domingo 26 sino que prefirió escuchar las tres misas del 21 de enero en memoria de la Beata Inés.

El domingo 26 de enero, cuando se celebró en las calles a la Beata Inés, se obró un verdadero prodigio. Nadie lo dijo, pero muchos estaban preocupados. En los días que separaron el 21 de enero del domingo en que celebraríamos a la Beata la climatología no mejoraba. Llovió el viernes 24 y volvió a llover el sábado 26 mientras se ultimaban los adornos de las calles. Los días eran feos, fríos, ventosos y nublados. En cambio el domingo 26 de enero amaneció el cielo con un azul tan limpio como hacía semanas que los beniganenses no veían, la temperatura era muy agradable y el sol ejercía su señorío innegable sobre los tejados de la villa de Benigànim. La noche anterior se quemó la hoguera, de madrugada se cantaron las coplas de la Despertà y a las siete los músicos callejearon mientras hacían sonar las notas que componen el Benigànim es glorioso. A las ocho de la mañana, aún a oscuras ya se presentía un día singular. La Misa dominical de las religiosas se celebró en una iglesia repleta de fieles. Algo extraño porque al no ser el día de la Beata se esperaba, como en 2017 cuando se aplazó la fiesta, que la Misa de las ocho tuviese la afluencia de un domingo ordinario. Hay que destacar que aquel domingo apenas presentaba detalles para que no pareciese verdaderamente el día de la Beata. Lo que si se echó en falta fue la llegada de autobuses. Pues muchos de los peregrinos que nos visitaron aquel día lo hicieron en coches particulares al suspenderse muchas de las excursiones programadas. Aunque algunos si se acercaron en autobús hay que reconocer que las calles se veían poco transitadas en las horas de la mañana.

La Eucaristía solemne de campaña a las puertas de la iglesia conventual de la Beata Inés fue sin duda y con justicia el acto central de la mañana. Asistir a la de este año fue un singular privilegio. La anchurosa plaza estaba ocupada hasta sus límites por numeroso auditorio; entre las autoridades asistentes destacaba el presidente de la Diputación de Valencia. Este año, como particular rareza los festeros de la Beata quisieron sacar ellos mismos la imagen de la Beata a la plaza. De modo que cuando éstos llegaron y antes de celebrar la ofrenda todos aguardaron expectantes ver salir la imagen de la Beata para presidir la celebración eucarística. Al momento de ocupar la venerada talla el puesto de honor, bajo el tímpano de la portada del templo, todos estallaron en un caluroso aplauso enmudecido por el repicar de las campanas. A seguida se procedió a la ofrenda floral que llevan a cabo los festeros y entregados los ramos la procesión de entrada reunía a los sacerdotes que iban a concelebrar la Misa que presidía el obispo auxiliar de Valencia don Arturo Ros. El obispo pronunció una homilía fascinante que mantuvo atento a todos los participantes durante los minutos que duró la edificante plática, en la cual pedía a todos imitar a la Beata intercediendo al Señor para que obre milagros pero siendo nosotros mismos el milagro que aguarda nuestro prójimo, al mismo tiempo. El sol era radiante y se agradecía el calor de aquel mediodía. Por ello tras cantar los gozos en las calles del pueblo de la Beata solo se veían cabezas que paseaban el decorado recorrido procesional, la plaza del Real, o encendían multitud de velas a los pies del sepulcro de la Madre Josefa de Santa Inés.

Las horas, cuando se viven con intensidad, parece que se aceleran. Cuando parecía que aún sonaban las campanas de la Misa de campaña las que repicaban eran ya las que preludiaban la procesión de la tarde. Es un ritual ya viejo, cuando el sol empieza su caída hacia el occidente las campanas de las Madres Agustinas se lanzan al vuelo y generan nervios, despiertan inquietudes porque el día se acerca a su fin. Los beniganenses y visitantes se dieron cita con uno de los momentos más íntimos y ajetreados, más esperados y menos reconocidos, más hermosos y menos destacados, la de aquellos que preceden, en las calles del recorrido, a la procesión; cuando los vecinos salen de sus casas y se preparan los últimos detalles para la puesta en escena de los “Milacres”, cuando entre un rostro familiar y otro que mira con fascinación como si todo lo que le rodea fuese fantasía aparecen personajes vestidos de religiosa, de acólito, de nazareno o de gentes de época. Son esas vivencias que no recogen los programas de actos y que dan carácter a la fiesta; eso que llaman ambiente. Este año hubo ambiente, y además uno muy particular, el que hacía sentir lo más genuino de la fiesta porque la procesión andaba este año uno de los sectores más tradicionales. Abarcaba un total de 1,6 kilómetros. La primera parte del mismo son calles relativamente nuevas, pues fue en antiguo el palacio y huerto del Marques del Ràfol de Almúnia. La segunda parte eran dos calles, largas y estrechas, del siglo XVIII y finalmente otra calle angosta del siglo XVII. La primera vez que la imagen de la Beata Inés pasara en procesión por este sector, salvo 1925, fue en 1956. Desde entonces han sido varios los recorridos hasta que en 1985 quedó tal cual lo conocemos actualmente.

La decoración del recorrido lucía mucho entre la estrechez de estas calles. Tenía además un sabor tradicional a pesar de lo variado de los colores y los ingenios. Había varias en azul, una en rojos y otra en marrones combinado en atrevido color naranja. Como las calles son largas hay pocas, pero es de los recorridos con mayor porcentaje de metros decorados. La procesión tuvo su inicio a las cinco de la tarde y la cruz de guía tenía que apartar a los vecinos de las calles para poder pasar. Estos vecinos se refugiaban en sus casas abiertas, en balcones y ventanas y sobre todo en los amplios portales al calor de la mesacamilla.

Otras estaban abiertas pero no había allí quien mirase la procesión, sino que la procesión era quien miraba allí dentro, pues ilustraban la extensa marcha con escenas de la vida y la espiritualidad de la Beata Inés. Son las representaciones que los beniganenses llaman en su particular lenguaje–Milacres-.

Hubo un total de cuatro. Una que simulaba la portada del programa de fiestas de este año que era el cuadro de la Beata de José Vergara Gimeno, una Beata arrodillada en mitad de la calle orando ante la imagen del Ecce-Homo que llamamos REDONET, otra escena alegórica levantada en mitad de la calle con la Beata recibiendo la cruz de manos de un Nazareno rodeada de religiosas en actitud orante, y observando la escena un acólito que hacía sonar una campanilla mientras dos personajes representaban a don Antonio Almunia y doña Concepción Castellví, marqueses del Ràfol de Almúnia que mediaron en la declaración de Virtudes Heroicas de la Beata en 1838 y de cuyas mandas testamentarias se sufragaron la capilla sepulcral de la Beata y las costas de su beatificación. Había en este Milacre una reliquia de la Beata que perteneció al historiador de la villa José Vicente Benavent, nacido justo delante de donde se situaba la escena. La última representación fue la de la Beata expuesta a la devoción popular tras su fallecimiento, velada por dos religiosas en una escena bellamente recreada.

El no ser el día de la Beata explica que la procesión, sin dejar de ser multitudinaria, fuese menos participada que años anteriores. Con todo empezó a las cinco y la imagen de la Beata llegó a una plaza abarrotada hasta los topes sobre las siete horas y veinte minutos de la tarde. En este desfile devocional además de los beniganenses se sumaron devotos de las tres provincias valencianas. Desde Castelló de la Plana, pasando por Paterna hasta Callosa d’en Sarrià.

Arropada por miles de vecinos y devotos que llevaban en su memoria y corazón otros tantos que en otros tiempos también acompañaron el paseo que hace la Beata Inés todos los años por su pueblo la imagen fue devuelta a su iglesia. Allí se celebró el sorteo de los festeros del 2021 en una ceremonia que se recordará como de las más ordenadas y elegantes.

El viejo álbum de fotografías volvió a cerrarse esperando que los rostros del mañana vuelvan a dar vida y color a los rostros de sus padres y abuelos que inmortalizados en las fotografías en blanco y negro del ayer.

agustinas descalzas renovación web 2020 (3)